MIÉRCOLES DE CENIZA

Ha llegado nuevamente el Miércoles de Ceniza. Y con esta celebración damos comienzo a la Cuaresma. Un vez más la Iglesia nos regala la oportunidad de retornar nuevamente nuestro corazón al Señor de una manera muy especial. Y es que en la sabiduría de la Iglesia, como es la misma sabiduría de Dios que en Ella mora, ha querido, desde hace mucho tiempo, prepararnos este tiempo, para que podemos acércanos más a Jesús y celebrar con Él su pasión, muerte y resurrección.

Y digo «celebrar» porque es lo que haremos. Aunque también podemos decir que vamos a «vivir palpablemente» lo que el Señor vivió durante su pasión. Este es el gran poder de la liturgia; tan grande es, que tiene el poder de quitarnos el tiempo y el espacio, y llevarnos «ahí», a ese momento en el que Jesús sufre, cuando muere o cuando resucita. ¡Qué grande es ser Iglesia! Y en las palabras de la Madre Trinidad de la Santa Madre Iglesia, fundadora de La Obra de la Iglesia: «Por la perfección de su ser, el Sumo y Eterno Sacerdote fue capaz de contener a todos los hombres en la inmensidad de su abarcación, y es capaz de vivir, a través de la Iglesia y por medio de la liturgia, con y para todos ellos. Por eso es posible que todos los hombres; en su tiempo, vivan de su misterio.» (15-10-74; Frutos de Oración, retazos de un diario).

Por ello, que esta Cuaresma no vivamos de «recuerdos», no, para nada. ¡Que ser Iglesia es mucho más grande! No vivimos de recuerdos, sino de realidades que se nos actualizan día a día, especialmente por la liturgia, los sacramentos, la oración...

Vamos esta Cuaresma a acompañar más intensamente a Jesús en el Sagrario. Que ahí, sólo por amor se ha quedado durante todos los tiempo, sólo para que vayamos a estar con Él a acompañarle.